El torero de los Andes

05.07.2011 19:35

 

Cada torero tiene una historia detrás. La de unos es épica, la de otros acaba en tragedia. Las hay bañadas de gloria, repletas de miseria, marcadas por el anonimato... Tal vez una de las más extrañas, más rocambolescas, sea la de David Gil, un matador que, tras tomar la alternativa, vio cómo su fortuna empezó a decaer justo con el arranque del nuevo siglo. En el año 2000 hizo el paseíllo 14 tardes, pero desde entonces su futuro se oscureció. Rompió su relación con su apoderado, Rafael Montenegro, y en su cabeza se empezó a fraguar una quimera: si no podía torear en España lo haría en Perú. En pleno boom de la inmigración, David se convirtió en un emigrante. Y no sabía entonces que una década después se convertiría en una figura del toreo peruano.

Ser torero en Perú no es lo mismo que serlo en España. Una comparación sencilla: no es igual el trabajo y la vida de un delantero del Real Madrid que el día a día de un delantero del Eibar. Plazas de toros a 4.700 metros de altitud, pensiones de mala muerte, salarios de sólo unos cientos de dólares por jugarse la vida, toros medio mansos con malas ideas y comportamiento peregrino, carreteras de espanto y traslados en furgoneta colectiva... Así ha sido la dura carrera de David Gil durante la última década, siete meses al año, y así lo ha captado en un documentalIgnasi Rodríguez Batlle'El torero de los Andes'.

"Es la historia de un torero, sí, pero lo que me interesaba sobre todo es la peripecia vital de un hombre que lo deja todo medio año", dice el director, quien se confiesa no aficionado a los toros, un contador de historias formado en el reporterismo televisivo y que actualmente forma parte del equipo de 'Repor' (TVE).

David, el protagonista

El encuentro entre el torero y el director no fue un flechazo precisamente: "Yo soy muy confiado, pero mi familia me empezó a decir que por qué me iban a querer hacer un reportaje a mí precisamente, y la verdad es que empecé a desconfiar. Hasta le pregunté si era policía o de Hacienda", confiesa David entre risas. "No entendía que me interesara por él, que no es una figura", concluye Ignasi.

"Algunos compañeros con los que coincidí me decían que estaba loco"

Tras ese tanteo inicial, acordaron dos semanas de rodaje en Perú en el año 2008 durante la temporada americana de Gil. "Éramos su sombra, íbamos a donde él iba y en los pocos ratos libres le hacíamos alguna pregunta y grabábamos lo que había alrededor". cuando se le piden al torero anécdotas de esos días de rodaje o de su experiencia peruana, las dispara como si fuera una ametralladora: el toro es el cunero, cruce de bravo y manso, que anuncian en cualquier pueblito como "toro de 500 kilos" aunque no llegue a 300.

Ha toreado en Lima, la capital, en plazas destacadas como la deBambamarca o en Cabanaconde, donde llegó a cobrar 5.500 dólares cuando ya se había hecho un cartel en el país. Pero también en ruedos de cuarta, donde no se siguen siquiera los cánones básicos de una corrida de toros.

Algunos compañeros con los que coincidió en su aventura, como Aníbal Ruiz, Raúl Adrada, Vicente Bejarano o Alcazabeño le decían que estaba loco. Otros le preguntaban con ingenuidad por la enfermería de la plaza. "¿Médico? Anda, que vas tú listo...". Y algún amigo incluso le decía que en ocasiones se salía del arte de la tauromaquia: "Eso no es el toreo, David, eso no". Y David se explica: "Pero claro, yo que iba y dejaba a mi familia, tenía que hacer un dinerillo. Toreaba 40 tardes en dos meses, donde saliera y como saliera".

Un ritmo de vida duro de seguir

El director del documental lo confirma: "Lo más duro fue seguir su ritmo: volvía de una corrida y se iba a Lima, 14 horas de furgoneta hasta Palca, vuelta, etc". Un ejemplo dramático de esas andanzas queda reflejado en la película. El diestro y el equipo de grabación se encontraban a 650 kilómetros de Lima cuando les surgió una actuación en la capital al día siguiente. No había transporte para volver hasta que un chófer de autobús les ofreció viajar en la bodega. Y lo hicieron.

"Veían a un tío honradillo y por eso estuve 10 años en Perú"

¿Y cuál es el final de la historia? El documental se ha presentado cuando Gil ya ha decidido cumplir las promesas mil veces repetidas a su mujer y dejar su vida de emigrante taurino. Ahora su hijo le retiene en España todo el año. "A él le gustaría ser figura en España, pero creo que lo que le ha dado Perú le ha compensado. Allí le ven como a un ídolo", piensa Ignasi Rodríguez. Y todo a pesar de las penurias, alguna cornada, las volteretas, revolcones y hasta un asalto que sufrió en aquel país. "Me planteé adaptarme a ellos y respetar sus costumbres. Veían a un tío honradillo y por eso estuve 10 años.

Ahora el objetivo es hacerse un hueco en España, triunfar también en su tierra, donde es un desconocido, pero donde espera ganarse su espacio en el escalafón como lo hizo en Perú el torero de los Andes.